viernes, 21 de agosto de 2015

Crónica del séptimo día: 20 de agosto

“El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían porque habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora»”


Los finales abiertos se utilizan cuando uno no quiere en el fondo que la cosa se acabe o bien, simplemente, cuando no se sabe muy bien como acabar. Lo recordaba esta tarde en el interior de la Mole Antonelliana, visionando la escena final de “Ladrón de bicicletas”, esa obra de arte de Vittorio de Sica que se cierra con el regreso a casa de Bruno de la mano de su padre, bajo la lluvia, ateridos de frío y de pena tras la aventura frustrada en la ciudad, a la que habían acudido buscando un futuro mejor. La censura de nuestro país en aquél entonces, añadió una coletilla en voz en off que hablaba de la esperanza de un mundo mejor a través de la caridad cristiana, de manera que el espectador podría llegar a pensar que, al final, esos pobres desgraciados tendrían una vida suficientemente digna y totalmente distinta a lo que podría llegar a parecer. La peli, los fragmentos realmente que hemos visto esta tarde alguno de nosotros en el Museo del cinema, pertenece al movimiento llamado Neorealismo Italiano, que viene a reflejar en el cine la triste realidad de un país que salía de una guerra y que veía terrible su futuro.

La exposición me ha evocado la realidad de los muchachos de Don Bosco, que acudían del campo a las ciudades esperando encontrar una mejor forma de vida y que frecuentemente caían en las manos de desalmados que se aprovechaban de ellos haciéndoles caer en la miseria no sólo material, sino también vital. Como en otros filmes, el blanco y negro se mostraba implacable para mostrar denuncias sociales que precisaban de respuestas adecuadamente ajustadas. Los autores, sin embargo, no llegaban casi nunca a precisar soluciones concretas, de no ser por las consabidas intervenciones de la voz en off.

No acaba de gustarme la voz en off. Siempre he considerado que lo mejor, lo más claro (o lo menos, según el caso),  es dejar que el que hable sea el autor con su obra, y que los comentaristas se queden con la boca callada. O que, como mínimo, no intenten robar protagonismo a lo realmente importante y que su comentario no acabe siendo mucho más extenso que la propia cosa comentada. Por ser concreto: creo que las evocaciones son mejor si se ajustan a la respuesta personal, debidamente meditada. Las soluciones que podemos llegar a dar a todos esos casos de marginación, de emigración, de desgracia, de miseria, de periferia...de blanco y negro, que todos hemos visto en nuestras realidades cotidianas y en tantas ocasiones han salido a la luz durante estos días, no tienen un guión fijo. No basta aplicar una receta, aunque sepamos que el amor desinteresado y el corazón de Don Bosco son parte de ella.

Los finales abiertos están también presentes en nuestra Asociación. Llega ahora el momento del regreso a nuestras diferentes salas de proyección, donde debemos impresionar una pantalla en blanco con una imagen de esperanza para aquellos con los que trabajemos: nuestras familias, nuestros ambientes de vida y trabajo, nuestra realidad sociopolítica, nuestras parroquias, nuestros oratorios, nuestros centros juveniles...A todos nos ha costado mucho abandonar la velada de esta noche. Echaremos de menos los ajetreos, los momentos de prisa y los de pausa. La oración personal la comunitaria. Pero hay que regresar. Pero hay que continuar.

Afortunadamente, volveremos a vernos: con nuestros hermanos del Centro Local, en unos cuantos días; con los de la Provincia, tal vez un poco más tarde. Con el resto de hermanos de la Región, a no mucho tardar. Incluso ya nos hablan de un nuevo 3x3, o un 3x4...Naturalmente, ¿verdad Antonio, Raúl, Borja?, lo mejor está por llegar.


Un beso enorme a todos.

jueves, 20 de agosto de 2015

Crónica del sexto día: 19 de agosto

“Por eso os digo: no estéis preocupados por la vida, pensando qué vais a comer y beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros, ni siembran, ni siegan, ni al almacenan y, sin embargo, vuestro padre del cielo los alimenta” (Mt 4, 25-27)

Resulta realmente increíble pensar que la mayor parte del itinerario vital de Don Bosco lo estoy abarcando en este momento con una mirada.  Superga, al fondo, es el límite azul más lejano de un círculo en el que caben Castelnuovo, Murialdo, Mondonio, Chieri, Butigliera, Capriglio…Algunos de esos pueblos son perfectamente reconocibles desde la puerta de la basílica del Colle, al caer de la tarde. Resulta asombroso detenerse a pensar que la vida de la un santo como Don Bosco se ha consumido casi por entero en la distancia de un grito. Y, sin embargo, con cuanta fuerza ha llegado hasta nosotros su mensaje, como el de una piedra que cae sobre el estanque y lo llena de ondas que van creciendo y se expanden (hasta Valparaiso, hasta la China…)

Y es una curiosa sorpresa constatar la cantidad de santos que esta tierra, entre viñas y maizales, ha entregado a la Iglesia en el periodo que transcurre tan sólo en un par de siglos, el XIX y el XX. Santos que desde lo cotidiano y lo rural, encaminaron la mayor parte de sus esfuerzos en dedicarse a los más pobres y más humildes, los más seriamente perjudicados por las consecuencias de una revolución industrial que los llevó de sus pueblos y caseríos a las ciudades, que  los utilizó como herramientas de sus pronunciamientos patrióticos o militares. Estos santos inspiraron unos a otros, desarrollaron parecidas intuiciones, amaron por encima de sus muy parecidas limitaciones.

El recorrido de este día de peregrinaje ha transcurrido por algunos de esos pueblos, con un subir y bajar de autobús tan trepidante como el resto de los días. Para ocasiones futuras, me permito recomendar a los organizadores un caminar desde Turín hasta I Bechi, recorriendo estos mismos lugares, a pie, mochila al hombro, bota de vino, cantimplora, pan y queso;  y un buen coro de músicos por delante.

Las sombras del paisaje van alargándose con el sol poniente y las labores de las gentes que aún trabajan la tierra, se apagan. En la explanada, los autobuses que acaban de traernos, algunos  coches y una moto ruidosa que emprende el regreso. El rumor de unos niños, algún que otro insecto impertinente, unas campanas que señalan las siete de la tarde…y unos peregrinos que oran juntos y que se reconocen pecadores.

Yo, en esta tarde evocadora (aunque no sea la hora, me imagino el Ángelus de Millet o algunos de los cuadros campesinos de Van Gogh),  ante todos vosotros, ante Don Bosco, ante Dios, quiero también reconocerme pecador:

Reconozco mi pecado de pereza ante mis retos vocacionales, sobre todo a la hora de abandonar comodidades.
Reconozco mi pecado de almacenar tesoros para el porvenir y  ser prisionero de ellos.
Reconozco mi pecado de no querer comprometer mi cotidianidad por la salvación de los jóvenes.
Reconozco el pecado de la prisa en mi vida diaria.
Reconozco el pecado de no querer suficiente a los míos.
Reconozco el pecado de no querer a los que vienen de lejos y se pierden en el mar; y tampoco querer a los que ya han pasado y se quieren quedar.
Reconozco el pecado de no pararme a contemplar atardeceres como este.
Reconozco el pecado de esperar las alabanzas por mis actos supuestamente gratuitos.
Reconozco el pecado de creer que he sido yo quien ha elegido mi vocación y, por tanto, de sentirme frustrado por no dejar hacer en mi la voluntad de Dios.
Reconozco, por último, el pecado de no reconocer el resto de mis pecados.

Espero que en esta tarde, la misericordia del Señor y la amabilidad extrema de mis hermanos serán capaces de perdonarme. Amén.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Crónica del quinto día: 18 de agosto

“En el sueño, me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego...”
(Del sueño de los nueve años de Don Bosco)


Con toda probabilidad, la colina de I Bechi alberga el Prado donde se desarrolla el sueño de los nueve años al que se refiere Don Bosco como el primero de todos los que, durante su vida, fueron marcando el rumbo de sus tareas pastorales, de sus preocupaciones por la salvación de los jóvenes, de toda su vida. La colina de I Bechi es también ese lugar primigenio, personal, tal vez concreto, tal vez imaginario, donde todos podemos situar el origen de nuestra vocación salesiana.

Mi colina de I Bechi se sitúa en la periferia un pueblo alcarreño diminuto, en lo que fue durante mucho tiempo un seminario y noviciado,, luego casa de espiritualidad, más tarde una granja escuela y ahora un lugar polivalente que a duras penas se mantiene. Fue mi primer contacto con lo salesiano cuando, con el cura de mi barrio obrero y tres amigos, nos bajamos del tren en el apeadero Maluque (ni siquiera era estación), una mañana gris de un sábado de febrero, y enfilamos la subida hasta Mohernando. Allí, en el comedor, unos muchachos de mi edad desayunaban más o menos en silencio.
En torno al edificio solitario, que dominaba un tremendo mirador y una amplia vega, había viñas y encinas, campos de deporte y niños jugando alegremente junto a clérigos  y curas sin sotana que además de las clases propias de la EGB, enseñaban también música y teatro en las horas libres.

No existía aún la réplica de la casita de don Bosco, ni esa magnífica estatua de Mamá Margarita que ahora podemos encontrar en su flanco izquierdo. No había albergue, no casa de guardeses. En cambio había una sala, que creo que ya no existe, con las fotos de todos los obispos salesianos, un gran mapa del mundo con las presencias de la congregación y los retratos solemnes de los hasta entonces seis sucesores del santo fundador. En la salida lateral orientada hacia el sur, una escultura de plomo de un gusto discutible, representaba a un tal Don Bosco rodeado de muchachos parecidos a nosotros. Avanzando en esa dirección, se llegaba, al Vía Crucis y el Mirador. Detrás  del edificio, hacia el oeste,  una piscina y una bajada sinuosa a un mausoleo en el que reposaban los restos de curas muertos durante la guerra civil. Orientado hacia el este, arriba nuevamente, el Patio de Mártires, que honraba la memoria de los mismos.  Al norte, el camino del tren y los restos del polvorín, cerrado con una verja que tapaba los túneles.

La colina de I Bechi ha cambiado, lo mismo que lo ha hecho Mohernando, como cambió también mi manera de entender la llamada de Dios, dentro del mismo carisma, pero con otras peculiares circunstancias, las del salesiano cooperador.

Sin embargo, cada vez que recorro –como hoy- el Prado del Suelo, la Iglesia de María Auxiliadora, la casita de Don Bosco original (aunque recientemente parece que no tanto), la de su hermano Jose,, la explanada de la Basílica, el propio templo con el Cristo Resucitado (ese que me hizo enmudecer cuando le vi por vez primera),  la Iglesia Inferior...retorno un poco a mis raíces, a mi I Bechi personal. Hay algo de mi niñez, de mi inocencia, de mis amigos, de mis sueños; de mis compromisos vocacionales, de mis caminos transitados, de mis  logros, de mis fracasos, de mis éxitos; de mis carencias, de mis pecados, de mis virtudes, de mis respuestas a llamadas concretas; de trayectoria vital...que vuelve a sentarse conmigo en un banco asomado al paisaje, hoy como ayer, recién llovido y recién iluminado.

Desde mi I Bechi, real o figurado, reconozco esta noche mis deudas con aquellos que me mostraron por vez primera la fe, la figura de Don Bosco, la congregación salesiana, su movimiento juvenil (entonces Cristo Vive), la Asociación de Cooperadores. Reconozco mis deudas con los que abandoné por el camino, con los que ya se fueron, con los que conocí después, con los que apenas aún no he conocido; con los que aún están conmigo después de tanto tiempo, con los que incluso compartí los mismos I Bechis hace hoy casi treinta años y que han vuelto a recorrerlos hoy conmigo.



martes, 18 de agosto de 2015

Crónica del cuarto día: 17 de agosto



“En aquel tiempo se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos? Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: os digo que si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 1-6)


Los niños, que pueden ser tremendamente impertinentes con sus cuestiones, son capaces también de provocar las más audaces de las respuestas. Y, entonces, pusieron a unos niños delante del Rector Mayor para que le hicieran unas preguntas, y uno dijo:

-          “Don  Ángel, ¿qué hay que hacer para ser como don Bosco?”

Y don Ángel, capeó como pudo el temporal...(y como buen sucesor de Don Bosco, lo hizo perfectamente, por cierto)

He de confesaros que me gusta el Papa Francisco, pero me gusta más, mucho más, nuestro Rector Mayor. De sus palabras de hoy, se podrían escribir libros enteros, sobre todo, porque no son palabras nuevas, ni huecas, ni pensadas para la ocasión; antes al contrario, constituirán sin duda las líneas de acción de toda la Familia Salesiana para el futuro y estarán presentes en los documentos que para nuestro trabajo en común, el de laicos y consagrados, se redacten.

Hay una constante en las intervenciones de Don Ángel que hace referencia a la Familia Salesiana, al compromiso común en la labor que a todos debe implicarnos. Otra hace referencia a la deuda adquirida por Don Bosco con sus jóvenes, a los que debe su vida desde su enfermedad treinteañera de la que las oraciones de sus chicos le rescatan y que nos hace decir que nuestro corazón salesiano es obra de esos jóvenes. Y aún hay una más que se  refiere a las periferias que reclaman nuestra atención y que nos cuestionan también desde la patera que intenta cruzar nuestros mares e intenta instalarse en nuestro  mundo de mercaderías y comodidades (es una alusión que también ayer estuvo presente también en las intervenciones de los hermanos durante la oración de la noche)

Pero hoy especialmente, a los Cooperadores, nos ha dejado tres tareas de las que no puedo hacer sólo sentimiento o razón personal, más o menos afortunada, sino que creo debo transmitiros con objetividad máxima:

-          Hemos de ser capaces de CAMBIAR la Asociación de tal manera que los jóvenes, nuestros jóvenes, quieran pertenecer a ella. Hay que darle a cada persona aquellos que necesita, aquello que nos reclama.

-          El Movimiento Juvenil Salesiano debería considerar a nuestra Asociación como la ETAPA FINAL de todos aquellos jóvenes que han concluido sus periodos de formación y animación juveniles, más allá de otras posibles realidades que pudieran darse en diferentes ambientes de parroquias, oratorios u otro tipo de comunidades (Don Ángel ha dicho que ahí está nuestro “pecado vocacional”, sobre todo cuando hemos negado, desde esas estructuras, la presentación vocacional de los SSCC)

-          Por último, debemos  atrevernos a SOÑAR presencias nuevas y específicas de los Cooperadores, COMPROMETERNOS en su desarrollo y su mantenimiento...y, recíprocamente, nuestros hermanos consagrados deben ATREVERSE a dejarnos la responsabilidad de la gestión de aquellas a las que no pueden dar adecuada respuesta...


La vocación del Salesiano Cooperador es la VOCACIÓN  NATURAL a la que tendrían que llegar los jóvenes de las presencias salesianas en el mundo. El CARISMA común sólo estará garantizado por la respuesta diversa y específica a cada rama de la Familia Salesiana.

Y con ella, y por ella, debemos iniciar la celebración del tercer centenario, sin duda alguna.

lunes, 17 de agosto de 2015

Crónica del tercer día. 16 de agosto

“Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán”. (Lc 10, 42)

La mañana
La subida al Colle ha sido realmente emocionante. Y la emoción, tiene un componente doble de individualidad y de vivencia colectiva. Al mismo tiempo, se quiere compartir con los colegas, pero sin descuidar el sentimiento innegociable y personal, casi secreto, de celebrar con uno mismo. De esta forma, a la alegría de sentirse identificado por una camiseta, una bandera o un eslogan, ha de corresponder una necesaria intimación de aquello que se vive, pero con especial cuidado de que la una y la otra parte sean capaces de convivir en la misma fiesta, como podrían hacerlo aquellos invitados que son de lo más sociable o de lo más callado.

En otras palabras: hoy (y no sólo hoy), he sentido imprescindible sentirme rodeado de la gente amada que me acompañaba, para encauzar el grito o el canto colectivo y la alegría de sentirme hermanado con el otro. Pero también me hubiese gustado una soledad para romper a llorar de alegría en determinados momentos, o de nostalgia al recordar a los definitivamente ausentes. No creo que ambos sentimientos sean compatibles, ni tampoco los veo como parte de una misma moneda. Creo que son la misma cosa, apenas separada por algo indescifrable.


La tarde
Mamá Margarita, primera cooperadora “involuntaria” o, al menos, no demasiado consciente de ello, ha centrado el resto de nuestra jornada. Sus lugares, desde los que seguía divisándose, imponente, la mole de la basílica del Colle Don Bosco, me muestran la recia fe de una mujer de campo que es capaz de sentarse para escuchar la Palabra, pero a la que no le duelen prendas si hay que tomar decisiones heroicas. Y, naturalmente, las toma. Que es la figura central de la familia sobreponiéndose a los avatares del día a día, a los ordinarios o a los que sorpresivamente la dejan viuda con tres hijos y una abuela a quien cuidar.

Lucas nos cuenta como Marta se afanaba en las tareas domésticas sin descanso, atenta a todas las necesidades de sus invitados mientras que María permanecía sentada a los pies del Señor, escuchando su Palabra. Y aunque el evangelista se inclina en alabar la actitud de esta última, sospecho que la metáfora me está hablando (como todo el día de hoy) de un personaje bicéfalo, que primero está llamado a vivir en profundo estado de relación íntima con Dios, pero que también debe emplearse a fondo en la atención de sus hermanos, con lo que de tarea material conlleva. Veo a Mamá Margarita uniendo en su persona a esas dos figuras del Evangelio.

A los jóvenes que hoy clausuraban las jornadas del MJS se les decía, como también al resto de la Familia Salesiana lo hace el Rector Mayor: “como don Bosco, con los jóvenes, para los jóvenes”, LIKE, WITH, FOR. Naturalmente que nos ha gustado la tarta de tu cumpleaños, pero debemos terminar de recoger el mantel. Y empezar de nuevo el día después…

La noche: Apéndice post scritum
De las sorpresas de tu cumpleaños, Don Bosco, mientras paseo en breve soledad por los patios de Valdocco (acabamos de cenar y hay un tiempo libre hasta la oración), hoy me quedo con la de Valsalice, ese colegio para ricos que al final aceptaste y que está en otra periferia de Turín, aunque se trate de la parte noble de la orilla del Po, rodeado de vegetación y casas de abolengo, salvadas precisamente de la ciudad por el caudal del río. No sólo se trata de una deslumbrante iglesia (que según parece reprodujeron en Buenos Aires haciéndola más grande y colorida), sino de un verdadero lugar de salesianidad. En él te hizo reposar Don Rúa hasta tu beatificación y en él también él mismo reposó hasta la suya. Y aún puede encontrarse allí el lecho último de Pablo Álbera, que fuera tu segundo sucesor y al que todos recordamos de aquella foto en la que aparece agazapado, sobre el reclinatorio, en confesión contigo. Era algo de Turín que no conocía y me ha encantado. Sé que no es importante, pero quería decírtelo.

domingo, 16 de agosto de 2015

Crónica del segundo día, 16 de agosto



“¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor, se cumplirá!” (Lc 1, 39-56)

 Una de las ventanas de mi infancia estaba también en un pueblo pequeño y se abría cada mañana al horizonte, limpio y despejado, de los días del verano. Era la manera que mi madre tenía de despertarme durante nuestras vacaciones. Aunque no se trataba de una vista piadosa, ni en nada parecida al Monferrato, abrir esa ventana era iniciar el día, dejarlo entrar. En la distancia, y desde la brevedad y rapidez de nuestra visita a los lugares de Madre Mazzarello, (más cercana otra vez a la del turista que a la del peregrino),  algo de eso he creído ver en la ventana de Maín, entre los contraluces de las siluetas que se agolpaban, ávidas por tomar esa instantánea (¿aún se llaman así?) y una vez concluido nuestro paseo.

Confieso que desconozco un tanto la figura de la santa cofundadora. Debo apuntármelo como “penitencia” porque empieza a parecerme una santa sencilla, ordinaria en el sentido literal del término. Humilde, evangélica. Periférica, como diríamos en la actualidad desde el lenguaje salesiano. “Dios empieza sus obras desde las periferias”, nos dice sor Maria Luisa Canales. Y, desde la lectura del Evangelio, la María caminante se nos muestra también abierta a las necesidades de su prima Isabel, ajena a sus propios problemas, a su propia respuesta decidida a la voluntad de Dios, que se va a hacer en ella carne.

Hoy he echado de menos, todavía más que ayer, una pausa en el peregrinaje.  Y no me refiero a un “estar parado” en Mornese, sino a un caminar pausado por esa senda que lleva a la Valponasca. Me hubiese gustado disfrutar del silencio del camino, de la geometría de algunas de las viñas que lo enmarcan, de la vista serena de los mismos paisajes que asistieron al nacimiento, sencillo humilde, de un taller de costura para jóvenes, al hilo de Dios.

Al hilo de Dios, el destino entretejió el destino de los dos santos, María Mazzarello y Juan Bosco. Al hilo de Dios, la trama de lo sencillo se abrió paso entre las dificultades (como nuestro propia experiencia del día ha ido abriéndose paso entre los avatares de un día un tanto raro). Dios cuenta con lo pobre y lo pequeño, por eso sé que cuenta conmigo. Por eso sé que más allá de mis tribulaciones, de mis necesidades, de mis carencias, de mis pobrezas...también yo estoy llamado a proclamar la grandeza de Dios al mirar la humillación de su esclava. María, la sierva de Dios, que celebró hoy la fiesta de su tránsito al Cielo y que dio también a las Salesianas el “mejor de los nombres de todas las ramas de la familia”: Hijas de María Auxiliadora.

Quedan apenas unas horas para el encuentro. Descontamos el tiempo en el hall de Hotel, que está también en el camino. La cita es de Aranguren, aunque no la recuerde con exactitud. Viene a decir que, ante los grandes momentos de nuestra vida, el día más importante es siempre la víspera. Y aún hay otra que dice (creo habérsela oído a un periodista deportivo), “hoy ya es mañana, el día que soñábamos ayer”.  Hay muchísima gente que hoy/mañana querría estar aquí. A esto hemos venido. Disfrutemos por ellos en nuestro corazón, seguro que estarán todo el día en nuestra mente. Nos sabemos cercanos a revivir un sueño. Soñemos.