“¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el
Señor, se cumplirá!” (Lc 1, 39-56)
Una de las ventanas de mi infancia estaba también en un pueblo
pequeño y se abría cada mañana al horizonte, limpio y despejado, de los días
del verano. Era la manera que mi madre tenía de despertarme durante nuestras
vacaciones. Aunque no se trataba de una vista piadosa, ni en nada parecida al
Monferrato, abrir esa ventana era iniciar el día, dejarlo entrar. En la
distancia, y desde la brevedad y rapidez de nuestra visita a los lugares de
Madre Mazzarello, (más cercana otra vez a la del turista que a la del peregrino),
algo de eso he creído ver en la ventana
de Maín, entre los contraluces de las siluetas que se agolpaban, ávidas por
tomar esa instantánea (¿aún se llaman así?) y una vez concluido nuestro paseo.
Confieso que desconozco un tanto la figura de la santa
cofundadora. Debo apuntármelo como “penitencia” porque empieza a parecerme una
santa sencilla, ordinaria en el sentido literal del término. Humilde, evangélica.
Periférica, como diríamos en la actualidad desde el lenguaje salesiano. “Dios
empieza sus obras desde las periferias”, nos dice sor Maria Luisa Canales. Y,
desde la lectura del Evangelio, la María caminante se nos muestra también
abierta a las necesidades de su prima Isabel, ajena a sus propios problemas, a
su propia respuesta decidida a la voluntad de Dios, que se va a hacer en ella
carne.
Hoy he echado de menos, todavía más que ayer, una pausa en
el peregrinaje. Y no me refiero a un
“estar parado” en Mornese, sino a un caminar pausado por esa senda que lleva a
la Valponasca. Me hubiese gustado disfrutar del silencio del camino, de la
geometría de algunas de las viñas que lo enmarcan, de la vista serena de los
mismos paisajes que asistieron al nacimiento, sencillo humilde, de un taller de
costura para jóvenes, al hilo de Dios.
Al hilo de Dios, el destino entretejió el destino de los dos
santos, María Mazzarello y Juan Bosco. Al hilo de Dios, la trama de lo sencillo
se abrió paso entre las dificultades (como nuestro propia experiencia del día
ha ido abriéndose paso entre los avatares de un día un tanto raro). Dios cuenta
con lo pobre y lo pequeño, por eso sé que cuenta conmigo. Por eso sé que más
allá de mis tribulaciones, de mis necesidades, de mis carencias, de mis
pobrezas...también yo estoy llamado a proclamar la grandeza de Dios al mirar la
humillación de su esclava. María, la sierva de Dios, que celebró hoy la fiesta
de su tránsito al Cielo y que dio también a las Salesianas el “mejor de los
nombres de todas las ramas de la familia”: Hijas de María Auxiliadora.
Quedan apenas unas horas para el encuentro. Descontamos el
tiempo en el hall de Hotel, que está también en el camino. La cita es de
Aranguren, aunque no la recuerde con exactitud. Viene a decir que, ante los
grandes momentos de nuestra vida, el día más importante es siempre la víspera.
Y aún hay otra que dice (creo habérsela oído a un periodista deportivo), “hoy
ya es mañana, el día que soñábamos ayer”. Hay muchísima gente que hoy/mañana querría
estar aquí. A esto hemos venido. Disfrutemos por ellos en nuestro corazón,
seguro que estarán todo el día en nuestra mente. Nos sabemos cercanos a revivir
un sueño. Soñemos.
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